Paseando por Graná

por Eva Yerbabuena’

Y

o no soy de sonrisa fácil. Quien me conoce lo sabe. No es porque no me guste vivir, todo lo contrario. Lo que ocurre es que la vida, por “jodía”, es también maravillosa. No siempre se sonríe, claro. Que vivir bailando es una cosa muy seria. Como el sol no brilla igual todos los días, a veces tenemos que pararnos, respirar y mirarnos hacia dentro. Y hacia fuera… pese a que lo que veamos no sea muy agradable.

Pero cada una tiene sus recursos para caminar erguida en este paseo bello pero difícil que es la vida. A mí, por ejemplo, me encanta viajar. He tenido la suerte de conocer medio mundo haciendo lo que más me gusta y, además, lo he hecho de la mano de una de las personas a la que más quiero del mundo: mi Paco. Mi compañero, mi amigo, mi amante, el mejor padre del mundo. Paco Jarana, eres la música de mi vida.

Sin embargo, y hablando de herramientas para vivir la vida mirándola a los ojos, también me encanta viajar sola y, para eso, tengo que cerrarlos. Me voy a algún rinconcito tranquilo de la casa. Allí, con los ojos cerrados, en estos días de extraña incertidumbre y tranquilidad, me traslado a mis lugares favoritos. Entre ellos, cómo no, mi Graná.

Si me concentro puedo llegar a sentir el agua bajo mis pies…
📷 Miguel Ángel Molina

Granada es una ciudad misteriosa, tiene una magia especial, te embelesa y te absorbe. Granada parió a Lorca y a sus versos y hoy, en la permanente búsqueda de la luz necesaria, vuelvo a mi ciudad y a nuestro poeta, dispuesta a que me enciendan como sólo ellos saben. En esta mañana de Miércoles Santo, viajo hasta tantos espacios fascinantes de mi tierra: esos que me hechizan, me han hecho vibrar, me han abrazado al bailar… Me han abrazado al vivir.

Mi rincón mágico es el Paseo de los Tristes, donde el Puente de las Chirimías protege al río Darro observados por La Alhambra. Me voy hasta allí y entro. Me paro en una columna nazarí y me pierdo en ella: cómo está tallada, cómo observa el paso del tiempo desde su histórica verticalidad, cómo soporta el peso de la belleza y del tiempo…

Salgo y sigo andando. Camino por el Generalife y sus jardines y escucho el cantar del agua. El frescor húmedo que susurra y tintinea… Gotas que son como niños pequeños jugando en una fuente… ¡Ay! Hace tiempo que no escucho los hermosos gritos infantiles. Y me acuerdo entonces, del poeta granadino. Me acuerdo ahora de su ‘Canción primaveral’ y casi que puedo escucharla en mis sienes al compás de una voz rota:

Salen los niños alegres
de la escuela,
poniendo en el aire tibio
del abril, canciones tiernas.
¡Que alegría tiene el hondo
silencio de la calleja!
Un silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva

 

Federico García Lorca. Tú y tu obra habéis estado tan presentes en mi vida que la admiración y el respeto se llenan de familiaridad. ¡Ay, Federico! ¡Qué necesarias la creación y la cultura! Qué importante en estos momentos la existencia de unos versos que te hagan recordar cómo suenan las voces sanadoras de los más pequeños, esa plata nueva que hemos dejado de escuchar por nuestras calles hace ya demasiados días…

El agua sanadora susurra como un niño al contar un secreto
📷 Miguel Ángel Molina

 

Ahora, más que nunca, me atrevo a afirmar la importancia que tiene el arte en nuestras vidas. Lo esenciales que resultan la creación y la transformación en nuestro día a día. Poder ver una película, darnos un paseo virtual por un museo, encerrarnos a escuchar música o, como he hecho yo esta mañana, recordar el poema de Lorca o poder dibujar en mi mente los detalles bien conservados de la Alhambra.

Ahora precisamente que se hacen listas de qué entendemos por productos esenciales en un supermercado o qué servicios pueden o no seguir prestándose me doy cuenta de lo indispensable que es la cultura en nuestras vidas. Y soy muy consciente de que debemos quedarnos en casa y aguantar este duro tirón por el bien de toda la ciudadanía. Pero, tengo que decirlo, yo estoy deseandito pisar un escenario y escuchar esa respiración que viene de la oscuridad y se torna en cálido aplauso.

Mientras tanto, seguiré cerrando los ojos y viajando por las creaciones que me mantienen viva. Gracias a la cultura y a sus profesionales, esos paseos no me los van a quitar todavía.

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