Arte y amor a la vida

Cuando yo era. Fotografía: Jean Louis Duzert

 

“A los antepasados se regresa/por los mares carnívoros de los limones secos”. Estos versos, extraídos del poema “El pasado”, de Luis García Montero, cierran el documental que José Sánchez-Montes realizó magníficamente sobre el proceso creativo de uno de los espectáculos más desgarradores y difíciles de mi trayectoria artística: Cuando yo era, emitido, como sabéis, a principios de mes, en el programa Imprescindibles, de TVE2.

Como decía entonces a la cámara, hubiera preferido no tener que hacer Cuando yo era. Esa mirada al pasado, a la tragedia que fue la Guerra Civil, hurgando en las heridas que abrió, tiene un lazo atroz con el presente: hay muchísima gente que no ha podido enterrar, ni desenterrar a sus muertos; personas que vieron sus vidas segadas de la noche a la mañana. Mi bisabuela Rosario fue una de entre miles, con todo el peso que eso tiene para una familia.

La historia nos modela y, junto a tradiciones y costumbres, también nos inocula miedos y prejuicios, silencios y tabúes heredados que el arte nos ayuda a enfrentar. Tenía miedos, sí, cuando empecé a idear Cuando yo era. Había un pellizco en el estómago que aún perdura, porque sentir es imprescindible para crear y para transmitir, para conectar con los demás en la humanidad que compartimos. Pero entiendo el arte como un compromiso. Como dijo Jean Paul Sartre, como acto y no como palabra, y, por lo tanto, debe de ser tan comprometido como lo es el amor a la vida.

Sin amor, para mí, no hay vida. Otra cosa es si, desde la muerte, queda el amor. Ahí está la duda, pero la principal misión de un artista es compartir el don con el que ha nacido. Mi don consiste en cumplir una misión como cualquier ser humano. Afortunada y maravillosamente, la mía se cumple a través del arte.

El arte nos libera. Es redentor y nos ayuda a reencontrarnos, y, desde el perdón, también hemos de comprometernos con la memoria, siendo solidarios con aquellos que defendieron y dejaron muy alto unas formas de vivir y de sentir, una identidad en la que nos reconocemos.

Cuando yo era. Fotografía: Rubén Martín